Ana María
Garduño Gaxiola
Cuando los hombres que incursionan en el periodismo
comprenden que esta labor tan importante no es un mecanismo para obtener
ganancias comerciales sino que es la fuente primordial de la comunicación, del
despertar de una sociedad hambrienta de difundir sus acontecimientos, de
investigar las causas exactas del por qué de las injusticias y de los
bienestares de una sociedad, se dan cuenta que es un escabroso sendero donde
muchos caen y permanecen estancados en el fango, pero que de igual forma, unos
tantos logran entender y despertar en el ejercicio de la libertad de sus ideas.
Comprenden que la libertad de expresión sólo se puede ejercer cuando no se es rehén de los grandes poderes
que corrompen y distorsionan las voluntades de los periodistas, entienden que
no deben ser lacayos del peor fascista llamado “dinero” quien perversamente la
mayoría de las veces se introduce entre la tinta y las notas de los mejores
redactores, arrastrándolos poco a poco al camino de la mediocridad y el
cinismo.
Los tiempos que hoy se viven cada vez se tornan más
agitados, la humanidad naufraga entre la esperanza y la incertidumbre, en una
lucha constante por VIVIR. Los destinos
de millones de personas se engendran en la mentira o la ocultación,
condenándolos a perecer en extrema pobreza, desconocen sus derechos
fundamentales a una vida digna, viven inmersos en el abuso constante, en la
marginación y en la indiferencia de sus gobiernos que viven entregados a
generar insultantes riquezas para unos cuantos.
La más sublime de las profesiones se encuentra en el
periodismo, porque una vez que se entiende que la adquisición de una conciencia
clara, sólo se logra en el purgatorio de nuestros defectos, en la renuncia
constante de la vida fácil y corrupta, en el debatir diario entre ser fiel o no
en el apego a la verdad, ante la desfalleciente tentación del soborno, en la no
distorsión de las palabras ni de los hechos, que se debe ser fiel en la
transcripción de lo que se oye y de lo que se ve. Sólo entonces cuando entendamos
que el periodismo no es vanidad ni lucro fácil, que es misión y servicio, sólo
entonces podremos caminar seguros y humildes en el cumplimiento de la
información, caminaremos siempre alertas en el servicio de la verdad,
comunicando los hechos. En el análisis de las situaciones se podrán siempre
criticar los hechos sin dejarnos seducir por la fama o el oropel. El poder de la comunicación es incalculable,
por esto debemos de cuidar que conciencias turbias y manos impreparadas o
necias usufructúen irresponsablemente
ante el público y el propio medio de difusión esta noble tarea.
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